La Tierra es bombardeada constantemente con partículas de alta energía (a menudo llamadas “rayos cósmicos”) procedentes principalmente del Sol. Por suerte, el campo magnético terrestre –la magnetosfera- es lo suficientemente potente como para mantenernos a resguardo de esa lluvia letal. Sin embargo, los astronautas que abandonan nuestro planeta se encuentran expuestos a niveles nada recomendables de radiación, lo que obliga a los ingenieros a buscar la forma de mantenerlos a salvo.
En las misiones tripuladas a la Luna, se buscó el momento en que las tormentas solares fueran insignificantes, para evitar la mayor parte de los rayos cósmicos. Sin embargo, un viaje a Marte implica que los astronautas estarán fuera de la magnetosfera durante muchos meses, por lo que resulta imposible evitar que se encuentren con un periodo de actividad solar intensa. De hecho, los astronautas de las misiones Apolo de los años 1960 y 1970 son los únicos seres humanos que han viajado más allá del campo de fuerza natural de la Tierra.
Para detener la radiación se puede utilizar un escudo de material, como los delantales de plomo que emplea el técnico que te toma una radiografía. Pero la energía de estas partículas espaciales es tan grande que harían falta unos cuantos kilos de metal encima de cada astronauta para que no resulten afectados. Pero, tal como lo hace la Tierra, también se puede utilizar un campo magnético para desviar las partículas peligrosas. Y eso es lo que piensan implementar en las naves espaciales del futuro.
Las nuevas investigaciones demuestran que los conocimientos adquiridos durante los estudios realizados en el campo de la fusión nuclear, concretamente las que se relacionan con la contención de la radiación resultante, pueden reducir el riesgo de los astronautas “a niveles aceptables”.
Las naves espaciales que viajen a Marte (o de nuevo a la Luna) podrían protegerse implementando sobre ellas una especie de “mini magnetosfera portátil”. La idea ronda los escritorios de los ingenieros espaciales desde la década de 1960, pero se la consideraba poco práctica porque se suponía que sólo sería efectiva una “burbuja magnética” de al menos 100 kilómetros de diámetro. Ahora se sabe que escudos mucho más pequeños, de solo unos cientos de metros, bastarían para proteger a una nave espacial.
La teoría ha sido confirmada en un laboratorio del Reino Unido, con la ayuda de un aparato diseñado originalmente para trabajar en el campo de la fusión nuclear. Los experimentos han demostrado que todo lo que se necesita para mantener a salvo un astronauta es crear un “agujero” en el viento solar, algo que se puede lograr con un campo relativamente pequeño. Si están en lo cierto, la nave que nos lleve a Marte será mucho más liviana, y sobre todo, más segura.
En las misiones tripuladas a la Luna, se buscó el momento en que las tormentas solares fueran insignificantes, para evitar la mayor parte de los rayos cósmicos. Sin embargo, un viaje a Marte implica que los astronautas estarán fuera de la magnetosfera durante muchos meses, por lo que resulta imposible evitar que se encuentren con un periodo de actividad solar intensa. De hecho, los astronautas de las misiones Apolo de los años 1960 y 1970 son los únicos seres humanos que han viajado más allá del campo de fuerza natural de la Tierra.
Para detener la radiación se puede utilizar un escudo de material, como los delantales de plomo que emplea el técnico que te toma una radiografía. Pero la energía de estas partículas espaciales es tan grande que harían falta unos cuantos kilos de metal encima de cada astronauta para que no resulten afectados. Pero, tal como lo hace la Tierra, también se puede utilizar un campo magnético para desviar las partículas peligrosas. Y eso es lo que piensan implementar en las naves espaciales del futuro.
Las nuevas investigaciones demuestran que los conocimientos adquiridos durante los estudios realizados en el campo de la fusión nuclear, concretamente las que se relacionan con la contención de la radiación resultante, pueden reducir el riesgo de los astronautas “a niveles aceptables”.
Las naves espaciales que viajen a Marte (o de nuevo a la Luna) podrían protegerse implementando sobre ellas una especie de “mini magnetosfera portátil”. La idea ronda los escritorios de los ingenieros espaciales desde la década de 1960, pero se la consideraba poco práctica porque se suponía que sólo sería efectiva una “burbuja magnética” de al menos 100 kilómetros de diámetro. Ahora se sabe que escudos mucho más pequeños, de solo unos cientos de metros, bastarían para proteger a una nave espacial.
La teoría ha sido confirmada en un laboratorio del Reino Unido, con la ayuda de un aparato diseñado originalmente para trabajar en el campo de la fusión nuclear. Los experimentos han demostrado que todo lo que se necesita para mantener a salvo un astronauta es crear un “agujero” en el viento solar, algo que se puede lograr con un campo relativamente pequeño. Si están en lo cierto, la nave que nos lleve a Marte será mucho más liviana, y sobre todo, más segura.
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Lo leimos en physorg
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