La hidratación de nuestro organismo, contrariamente a lo que muchos de nosotros podamos pensar, no es algo que dependa solamente de cremas y lociones que aplicamos en el exterior, sino que una buena hidratación empieza desde el interior y, en ello, tienen mucho que ver los alimentos que ingerimos.
Las propiedades de los alimentos que tomamos influyen en nuestro cuerpo. Por ello, no es exagerado afirmar que “somos lo que comemos”. La digestión de los alimentos se produce a través de un complejo sistema de metabolización que conlleva importantes reacciones de oxidación-reducción, que inciden directamente en los tejidos corporales pudiendo ocasionar un gran desgaste de los mismos. Uno de los elementos fundamentales para el correcto funcionamiento de este metabolismo es la concentración de agua en el organismo que dependerá del equilibrio entre el aporte y la eliminación de la misma por los diferentes sistemas orgánicos.
El agua, fuente de vida
Para no “estropear” esta “máquina” tan maravillosa que es nuestro cuerpo, tenemos que conocer mejor sus componentes naturales. Entre ellos destaca el agua, un elemento fundamental para la vida, que representa entre el 65 y 70% del peso corporal. El agua desempeña un papel fundamental en la regulación de la temperatura corporal, transporta los nutrientes a través del cuerpo, mejora la salud de la piel y favorece la digestión. Además, aumenta la concentración intelectual, regula la actividad renal, diluye los líquidos y ayuda a la posterior expulsión de toxinas.
Por todas esas propiedades y funciones del agua, -básicas para el correcto funcionamiento de nuestro organismo-, no tenemos que pensar que bebiendo los dos litros diarios de agua que recomiendan los expertos cumplimos con el aporte hídrico necesario, sino que hay que incluir en nuestra dieta alimentos que restituyan el nivel hídrico corporal justo. Cada vez que comemos fruta y verdura estamos contribuyendo a nuestro bienestar general. De hecho, su consumo habitual aporta un importante volumen de vitaminas y minerales que ayudan a conservar la elasticidad e hidratación necesaria para una piel saludable.
Sigue nuestros consejos
Si beber agua te cansa, las infusiones representan una estupenda alternativa: manzanilla, menta, poleo o té verde son ideales para alcanzar el equilibrio hídrico.
Toma mucha fruta, por ejemplo, la sandía, tan típica del verano, está casi totalmente constituida por agua, y el resto son vitaminas y fibras. Por su parte, las uvas contienen polifenoles, sustancias antioxidantes que ayudan a mantener la piel sana.
La naranja y su zumo ayudan a regular la circulación, la tensión y la temperatura corporal.
Pon verdura en tu dieta, el tomate es un gran antioxidante y distribuye los alimentos durante la digestión.
La lechuga, por su alto contenido de agua y fibra, favorece la función digestiva limpiando los riñones y también el hígado. El calcio y el potasio contenidos en las espinacas nos ayudan a mantener un óptimo nivel de líquidos en nuestro cuerpo.
Fuera hábitos dañinos. Tener una piel sana es posible adquiriendo buenos hábitos alimenticios, desintoxicándonos y eliminando aquellas costumbres que, “dañan”, no solamente la calidad de nuestra piel, sino todo nuestro organismo. Así que intenta limitar el consumo de alcohol, no fumes y recuerda que la noche también está hecha para dormir. Cuanto más descanses, tu piel estará más bonita. Y por ultimo, pero no menos importante, realiza alguna actividad física, te ayudará a mantenerte en forma y a eliminar toxinas.
Las propiedades de los alimentos que tomamos influyen en nuestro cuerpo. Por ello, no es exagerado afirmar que “somos lo que comemos”. La digestión de los alimentos se produce a través de un complejo sistema de metabolización que conlleva importantes reacciones de oxidación-reducción, que inciden directamente en los tejidos corporales pudiendo ocasionar un gran desgaste de los mismos. Uno de los elementos fundamentales para el correcto funcionamiento de este metabolismo es la concentración de agua en el organismo que dependerá del equilibrio entre el aporte y la eliminación de la misma por los diferentes sistemas orgánicos.
El agua, fuente de vida
Para no “estropear” esta “máquina” tan maravillosa que es nuestro cuerpo, tenemos que conocer mejor sus componentes naturales. Entre ellos destaca el agua, un elemento fundamental para la vida, que representa entre el 65 y 70% del peso corporal. El agua desempeña un papel fundamental en la regulación de la temperatura corporal, transporta los nutrientes a través del cuerpo, mejora la salud de la piel y favorece la digestión. Además, aumenta la concentración intelectual, regula la actividad renal, diluye los líquidos y ayuda a la posterior expulsión de toxinas.
Por todas esas propiedades y funciones del agua, -básicas para el correcto funcionamiento de nuestro organismo-, no tenemos que pensar que bebiendo los dos litros diarios de agua que recomiendan los expertos cumplimos con el aporte hídrico necesario, sino que hay que incluir en nuestra dieta alimentos que restituyan el nivel hídrico corporal justo. Cada vez que comemos fruta y verdura estamos contribuyendo a nuestro bienestar general. De hecho, su consumo habitual aporta un importante volumen de vitaminas y minerales que ayudan a conservar la elasticidad e hidratación necesaria para una piel saludable.
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Si beber agua te cansa, las infusiones representan una estupenda alternativa: manzanilla, menta, poleo o té verde son ideales para alcanzar el equilibrio hídrico.
Toma mucha fruta, por ejemplo, la sandía, tan típica del verano, está casi totalmente constituida por agua, y el resto son vitaminas y fibras. Por su parte, las uvas contienen polifenoles, sustancias antioxidantes que ayudan a mantener la piel sana.
La naranja y su zumo ayudan a regular la circulación, la tensión y la temperatura corporal.
Pon verdura en tu dieta, el tomate es un gran antioxidante y distribuye los alimentos durante la digestión.
La lechuga, por su alto contenido de agua y fibra, favorece la función digestiva limpiando los riñones y también el hígado. El calcio y el potasio contenidos en las espinacas nos ayudan a mantener un óptimo nivel de líquidos en nuestro cuerpo.
Fuera hábitos dañinos. Tener una piel sana es posible adquiriendo buenos hábitos alimenticios, desintoxicándonos y eliminando aquellas costumbres que, “dañan”, no solamente la calidad de nuestra piel, sino todo nuestro organismo. Así que intenta limitar el consumo de alcohol, no fumes y recuerda que la noche también está hecha para dormir. Cuanto más descanses, tu piel estará más bonita. Y por ultimo, pero no menos importante, realiza alguna actividad física, te ayudará a mantenerte en forma y a eliminar toxinas.
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