La pérdida del puesto de trabajo puede aumentar el riesgo de enfermedad cardiovascular, según un estudio de la Escuela de Salud Pública de Harvard en Boston (Estados Unidos) que se publica en la revista Demography.
Los resultados muestran que incluso cuando las personas encuentran un nuevo trabajo de forma rápida existe un mayor riesgo de desarrollar un problema de salud como hipertensión, enfermedad cardiaca, ataque cardiaco, ictus o diabetes como resultado de la pérdida del empleo.
Según los investigadores, la 'burbuja laboral', definida como las altas tasas de pérdida de trabajo pero un desempleo bajo, tiene consecuencias negativas para la salud de los trabajadores que no estaban enfermos.
Para aquellos que perdían su trabajo, obreros o ejecutivos, aunque no fuera por su culpa, las posibilidades de una peor salud aumentaban un 54% y entre quienes no padecían enfermedades aumentaba en un 83% las probabilidades de que se produjera algún trastorno de la salud nuevo. Incluso en el caso de los que conseguían un empleo pronto existía un mayor riesgo de trastornos asociados al estrés.
Los resultados mostraron que cuando un trabajador era despedido o dejaba de forma voluntaria el trabajo las posibilidades de que su salud empeorara se multiplicaban por dos entre aquellos no cualificados aunque estos resultados no se observaban o no había diferencias significativas entre los oficinistas.
Según explica Kate Strully, directora del estudio, "en la economía actual perder el trabajo le puede pasar a cualquiera. Necesitamos ser conscientes de las consecuencias para la salud de la pérdida de nuestro trabajo y hacer lo necesario para aliviar los efectos negativos".
Los resultados muestran que incluso cuando las personas encuentran un nuevo trabajo de forma rápida existe un mayor riesgo de desarrollar un problema de salud como hipertensión, enfermedad cardiaca, ataque cardiaco, ictus o diabetes como resultado de la pérdida del empleo.
Según los investigadores, la 'burbuja laboral', definida como las altas tasas de pérdida de trabajo pero un desempleo bajo, tiene consecuencias negativas para la salud de los trabajadores que no estaban enfermos.
Para aquellos que perdían su trabajo, obreros o ejecutivos, aunque no fuera por su culpa, las posibilidades de una peor salud aumentaban un 54% y entre quienes no padecían enfermedades aumentaba en un 83% las probabilidades de que se produjera algún trastorno de la salud nuevo. Incluso en el caso de los que conseguían un empleo pronto existía un mayor riesgo de trastornos asociados al estrés.
Los resultados mostraron que cuando un trabajador era despedido o dejaba de forma voluntaria el trabajo las posibilidades de que su salud empeorara se multiplicaban por dos entre aquellos no cualificados aunque estos resultados no se observaban o no había diferencias significativas entre los oficinistas.
Según explica Kate Strully, directora del estudio, "en la economía actual perder el trabajo le puede pasar a cualquiera. Necesitamos ser conscientes de las consecuencias para la salud de la pérdida de nuestro trabajo y hacer lo necesario para aliviar los efectos negativos".
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