Ramsés II
El primer tipo duro al que se acerca el autor es Ramsés II, quien encargó la construcción de la Gran Pirámide de Giza y la destrucción de los templos de los faraones anteriores, una muestra inequívoca de su egocentrismo. La tortura fue uno de los instrumentos de los que se valió Ramsés II para demostrar su poder. Y es que uno de los rituales preferidos del monarca y dios egipcio consistía en amputar la mano derecha y el pene de sus enemigos.
La muestra más inequívoca de la grandeza de este personaje de la antigüedad es que, antes de que los europeos fueran capaces de descifrar los jeroglíficos, el único nombre de faraón que conocían los egiptólogos era el de Ramsés II.
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